Nacho y los muchachos de la Revista del Club me pidieron que escriba anécdotas.
Señal de que me debo estar poniendo viejo.
Más que contarlas yo, creo que las pueden encontrar en las paredes de la Sede.
Cuando uno entra al Club ve fotos, cuadros, camisetas, recuerdos y una cantidad de cosas más.
Cada una de ellas guarda una historia de equipos, jugadores, alegrías, tristezas y recuerdos de momentos que perduran en esas paredes.
Les voy a contar tres.
La Raqueta de Harold Fones
Habrán visto una raqueta de squash, de madera, marca «Dunlop Maxply». En el medio de ella, en lugar de cuerdas, se puede ver una cara sonriente de un azulgrana con uniforme militar.
Su dueño, Harold Fones, fue uno de los muchos socios del club que cuando comenzó la Segunda Guerra Mundial en 1939, se alistaron y marcharon a Europa a defender a Gran Bretaña y el mundo libre.
Quien partía en aquel entonces no sabía si volvería.
Es más, varios Old Boys quedaron en los campos de batalla.
Unos días antes de embarcarse, Harold Fones fue a la vieja sede de la calle Juan Lindolfo Cuestas a jugar su último partido de squash.
El cantinero se llamaba Colombo y, según dicen, era un tipo divertido.
Lo habitual era que, finalizado el partido, el socio dejara la ropa usada colgada dentro del locker y Colombo se ocupaba de que la lavaran y plancharan.
Luego de jugar, Fones dejó la ropa en el casillero y le pidió a Colombo que no dejara que nadie le quitara el locker. Un poco por cábala y otro poco en serio le dijo que volvería a usarlo cuando la guerra terminara.
Pasaron los años, Fones sobrevivió a la guerra y volvió al Uruguay y al club.
Cuando abrió su locker constató no sólo que nadie lo había usado.
Su ropa, sin lavar y sucia, seguía en el mismo lugar donde la había dejado.
Cuentan que se la puso y se fue a jugar.
El cuadro de Alfredo Zorrilla que se regaló dos veces
Dentro de los cuadros que hay en el Club el que más se destaca, sin dudas, es el del equipo de rugby de Old Boys, pintado por Alfredo Zorrilla.
Ese cuadro se lo regaló el Club al Colegio cuando este cumplió 100 años.
Durante mucho tiempo estuvo en el Hall de entrada del Senior School.
Cuando le tocó al Club cumplir 100 años el Colegio se lo devolvió, entendiendo que era bueno que lo tuviéramos nosotros.
Desde entonces sus colores deslumbran a todos los que entramos al salón principal de la Sede.
Me tocó integrar la Comisión Directiva que le encargó el cuadro al gran pintor que fue Alfredo Zorrilla.
Alfredo había sido compañero de clase y amigo de mi padre. Le tenía especial afecto que, creo, era mutuo. Recuerdo cruzarlo por la Ciudad Vieja puesto que además de pintor era abogado. Siempre parábamos a charlar.
Con Gabriel Varela fuimos a encargarle el cuadro a su casa. Llevamos una cantidad de fotos de equipos de rugby de todas las épocas que descolgamos de las paredes del Club.
No teníamos mucho dinero y menos para pagar a un artista como él.
Con la amabilidad y cariño que lo caracterizó toda su vida, Alfredo nos recibió y le planteamos el trabajo.
Al preguntarle el costo nos dimos cuenta que la disponibilidad del Club no alcanzaba más que para un cuadro pequeño o, quizás, ni para eso.
Pero como ya estábamos en el baile le encargamos uno pequeño.
A las pocas semanas nos llamó y avisó que estaba pronto.
Al llegar nos dijo que se había entusiasmado y había pintado una grande que es el que está en el Club.
«No se preocupen por el costo, muchachos» nos dijo con esa mirada transparente que tenía.
El cuadro es espectacular.
No puede ser mejor.
Una de las cosas buenas del mismo es que al no pintar caras todos los que alguna vez nos pusimos la azulgrana con el león en el pecho nos sentimos representados en él.
Así lo dejó en claro Alfredo cuando nos dijo:
«Como ven los jugadores no tienen cara por lo que no pinte a nadie en particular, salvo uno».
«Cuál?» le preguntamos.
Se rio y contestó:
«El pelado; es Jorge Freccero!»