• Juan Manuel Gaminara
    CORAZÓN
    DE LEÓN

En una charla cargada de reflexiones, anécdotas y emociones, Juan Manuel Gaminara recorre sus orígenes, su vínculo con el deporte, los valores inculcados por su familia y por el colegio, los afectos que lo ataron al club para toda la vida, su sentimiento por la camiseta azulgrana y el camino que logró construir a lo largo de los años en Los Teros, que lo llevaron a transformarse en el líder de una generación que quedará marcada a fuego en la historia del rugby uruguayo.

–¿Imaginaste alguna vez que ibas a llegar tan lejos a través del deporte?

–La verdad es que no, porque siempre fui de plantearme metas muy cortitas, mes a mes, año a año. En estos tiempos de receso es que te hacés esa pregunta, mirás para atrás y lo cierto es que nunca me propuse ni ser capitán, ni jugar un Mundial, ni ganarle a Fidji. Son cosas que se van dando a lo largo de una carrera que uno vive día a día; primero tu sueño es jugar en la Primera de tu club, después tenés el anhelo de participar de un Mundial Juvenil, después cuando jugás en Primera División te ilusionás con llegar a la selección mayor. Siempre fui ambicioso pero en el corto plazo, pensando en el próximo paso.

– ¿Qué recordás de tus primeros contactos con el rugby?

–Mis primeras influencias con el rugby vienen de casa. Recuerdo los domingos en la casa de mi abuela, donde siempre había una pelota y hacíamos una “tocata” o nos íbamos a la plaza a jugar. El rugby siempre estuvo presente, mi padre jugó al rugby en el club, iba siempre a ver a mis primos más grandes jugar los sábados en el club. El deporte en sí, pero sobre todo el rugby, siempre estuvo muy cerca de mí. Tengo muy presentes todas las etapas, desde la etapa del colegio hasta los años en los que venía a jugar, cuando estaba en M15 y me quedaba todo el día viendo partidos en el club.

– ¿Algún entrenador que te haya marcado especialmente?

Sin dudas que César Cat, a quien tuve a mi lado durante casi toda mi vida. Desde que prácticamente empecé a correr hasta hoy en día, que lo sigo viendo acá en el club. También me acuerdo de Michael Miller, que recuerdo que siempre nos llevaba al límite, incluso cuando teníamos recreos de 20 minutos nos decía que nos cambiáramos para aprovechar y entrenar pases en ese poquito tiempo que teníamos. Otro fue Juanchi Baldomir, ya de más grande.

–Saliendo del rugby y del deporte, ¿cuál es el recuerdo más fuerte que te quedó de tu etapa en el colegio?

–De aquellos años, el fallecimiento de mi madre es una de las cosas que más me movió a mí. Yo tenía 14 años y hoy, viéndolo a la distancia, es algo que me marcó muchísimo tanto a mí en lo personal como a toda mi familia, nos unió muchísimo. Yendo al colegio, lo que más recuerdo sin dudas son los momentos con mis amigos, los recreos, los viajes, compartía el día entero con ellos. Cómo habrá sido de fuerte aquel vínculo que hoy con esos 30 tipos seguimos juntos, hemos compartido tantas horas y momentos juntos que parece algo increíble.

–Mencionaste un hecho muy fuerte como el fallecimiento de tu mamá, ¿cómo cambió a los Gaminara algo tan duro?

–Fue algo muy repentino, que se dio de un día para el otro. Primero fue un shock que nos costó mucho asimilar, meses incluso. A la larga creo que nos unió como familia, y no me refiero solo a familia directa sino a todo el círculo familiar. Visto en perspectiva, agradezco mucho haber tenido a toda esa gente que nos ayudó a salir adelante. Y la verdad es que me acuerdo mucho de ella siempre; era la que me llevaba a la práctica, la que constantemente me fomentaba el deporte, creo que hoy estaría muy orgullosa.

–Todas las giras y los viajes son especiales, tanto las que se viven con el colegio como las que uno realiza con el club. ¿Cuáles recordás más?

–Cuando me decís la palabra gira, la primera que se me viene a la cabeza siempre es la que hicimos a Sudáfrica cuando tenía 16 años. Jugamos contra los Bulls de Pretoria, y vos veías jugar a los Bulls en el Súper Rugby y los veías jugando en frente tuyo y no lo podías creer. Que el colegio te dé esa posibilidad de medirte a ese nivel cuando tenés esa edad es algo que te despierta cosas y a mí me ayudó a convertirme en lo que llegué a soy hoy como jugador.

También me acuerdo de los intercambios con el San Andrés. Te ibas a dormir a la casa de algún argentino y su familia, al otro día jugábamos al rugby y nos volvíamos, y al año siguiente los hospedábamos nosotros a ellos.

–¿Cómo fue tu etapa de juveniles en el club?

–Me acuerdo que siempre jugaba en mi generación, habitualmente como titular, hasta que llegué a la etapa de M15 con 13 o 14 años. Ahí comenzó una etapa nueva

en la que realmente tenías que ganarte un lugar y dudabas si ibas a poder jugar. Me acuerdo que en mi puesto tenía a Juan Pablo Pereira y a otros tercera línea que eran enormes, que estaban mucho más desarrollados que yo, y realmente te agarraba esa incertidumbre de saber si ibas a jugar o no. Al principio el objetivo era ganarme un lugar en el primer equipo de la Sub 15 e ir conociendo a los más grandes, porque a esa edad se da mucho que vos te juntás más con tus amigos de generación, y hay como cierta “pica” con los más grandes. Después eso desaparece en la medida que los vas conociendo, y cuando crecés sos vos el que tiene que ir integrando a los más chicos. Así se fueron formando grandes categorías.

–En aquella etapa de juveniles se da un hecho muy importante para vos con la selección, que es la conquista del IRB Junior World Rugby Trophy 2008. ¿Cuánto te marcó aquel hecho?

–Hoy lo veo como tremendo hecho, y visto a la distancia creo que a esa camada del rugby uruguayo nos dio cierta confianza para seguir, al grupo que armamos, para conseguir cosas, para ganarle a equipos como Georgia.

  • Si el 2010 lo ganamos porque realmente lo queríamos, el
    2013 lo ganamos porque lo merecíamos.
    Foto: @ignacionaon

  • Si el 2010 lo ganamos porque
    realmente lo queríamos, el 2013
    lo ganamos porque lo merecíamos
    Foto: @ignacionaon

Creo que aquello hizo fuerte a muchos jugadores que hoy forman parte de la base de la selección, pero también lo veo como un hecho muy importante en la medida de todo lo que los protagonistas de aquel hecho después volcaron a su club o a muchos otros chicos que los estaban mirando. Fue algo fundamental y en eso destaco mucho lo que hicieron Bruno Grunwaldt y Martín Mendaro. El Tecla nos formó como rugbistas en todo el sentido de la palabra, con buenos valores, siendo solidarios, con una determinada forma de entrenar, de encarar el juego.

–¿Qué recordás de tu debut en Primera y qué te dejó la conquista del Campeonato Uruguayo del 2010?

–Me acuerdo que fue con 17 años en la cancha principal del club, contra Montevideo Cricket un día de lluvia. Recuerdo que hubo un lío y que nos subieron, y que nuestros padres tuvieron que firmar una autorización para que pudiéramos jugar porque éramos menores.

Y del Campeonato del 2010 recuerdo que fue increíble. Primero porque tenía a mi viejo en mi casa diciéndome que ellos habían sido los últimos Campeones Uruguayos con el club, allá en el 75, compartido con La Cachila. Me tenía loco y hasta me daba vergüenza que la última vez que habíamos ganado había sido en 1975 y el que jugaba era mi padre, que lo tenía en mi casa, ya no lo quería escuchar más.

Recuerdo que teníamos muchas ganas de ganar, además de que se juntó una buena camada de juveniles que veníamos del Mundial 2008 con los Chapi Campomar, Toco Pérez, el Pingo, Andrés Imaz, Martín Crosa, tipos muy experimentados. Y esa mezcla, sumada a las ganas que teníamos todos de que el club pudiera festejar, fue lo que nos llevó a aquel título del 2010.

–El Campeonato del 2013 también fue especial, con un muy buen equipo que fue protagonista durante todo el año y que sumó en el cierre de la temporada a una figura como Quicho Bado.

–Si el 2010 lo ganamos porque realmente lo queríamos, el 2013 lo ganamos porque lo merecíamos realmente. Fue un año parejo en el que jugamos buen rugby durante toda la temporada, y así se dio en las finales.

Llegamos como primeros y ganamos la final contra Old Christians. De aquella llegada de Quicho para la etapa de definiciones recuerdo que fue un envión anímico brutal, que un jugador de su calidad y su trayectoria viniera a retirarse acá en el club fue impresionante.

–En esos años eras un gran jugador, una personalidad muy influyente en la cancha, pero que también acarreaba ciertos problemas de conducta por su temperamento ¿Cómo pudiste cambiar eso?

–Maduré como jugador y empecé a enfocarme en el juego en sí mismo. Yo veía que tenía impacto en un partido, en un resultado, el clic estuvo en darme cuenta de que la mejor manera de canalizar una bronca o una calentura era jugando. Eso me llevó no solo a mejorar en mi conducta, sino a empezar a disfrutar realmente del deporte.

  • «…el clic estuvo en darme cuenta de que la mejor manera de canalizar una bronca o una calentura era jugando. Eso me llevó no solo a mejorar en mi conducta, sino a empezar a disfrutar realmente del deporte.»

  • «…el clic estuvo en darme cuenta de que la mejor manera de canalizar una bronca o una calentura era jugando. Eso me llevó no solo a mejorar en mi conducta, sino a empezar a disfrutar realmente del deporte.»

–La clasificación al Mundial del 2015 aumenta la demanda de tiempo con la selección y los obliga a estar más alejados de los clubes ¿Cómo viviste esa etapa?

–Yo no me voy a olvidar más la primera vez que fui al Country de Los Teros a una práctica con la selección mayor. Eran momentos en los que en el plantel habían bastantes “camarillas” en las que algunos no querían que estuviera tal o cual entrenador, y me acuerdo que se peleaba mucho por carencias que se

tenían a la hora de trabajar, pero por cosas básicas como que hubiera agua en los entrenamientos.

La clasificación al Mundial del 2015 hizo que a partir de ahí se empezara a construir un plan más de alto rendimiento que implicaban que los caminos de Los Teros y de los clubes tenían que ir por caminos distintos, porque tenías más carga horaria de entrenamientos, porque arrancaron las postemporadas, las pretemporadas realmente grandes y duras; se le empezó a dar más competencia a Uruguay. Todo eso implicaba estar menos en el club y al principio fue difícil, primero porque no es fácil salir de esa mentalidad de jugar todos los fines de semana en tu equipo, también porque había mucha gente a la que le parecía una locura que los jugadores dejaran de estar en sus clubes y se sometieran a un sacrificio así para ir a jugar un Mundial sin ninguna expectativa. Recuerdo que había muchos idas y vueltas entre la URU y los clubes porque en algunas fechas no podíamos estar disponibles, y uno estaba en el medio de toda esa puja. Después con el tiempo eso se fue ablandando en la medida de que fuimos a la Copa del Mundo, competimos, se hicieron cosas serias, y la gente empezó a ver que realmente ir a jugar con Uruguay te daba cosas.

Yo siempre digo que a mí me encanta jugar en el club y sin dudas es de las cosas más lindas, porque es donde están mis amigos de toda la vida, donde está mi familia, pero lo que me pasa es que como me gusta tanto el deporte, te dan ganas de jugar al máximo nivel posible y eso te lo da la selección. Tener esa posibilidad de jugar un Mundial para mí era una cosa de locos, era lo que más quería y realmente quería intentarlo. En este caso hubo todo un grupo de locos que lo logró.

–¿Cómo fue aquella primera experiencia mundialista en Inglaterra?

–Fue rara aquella experiencia porque en realidad ya habíamos cumplido el objetivo antes de jugar. Nuestro sueño era clasificar a una Copa del Mundo y ya lo habíamos hecho, pero todavía teníamos que ir a competir. El rugby cambia mucho en poco tiempo, de una década a otra es otro deporte, y Uruguay no había ido a un Mundial en 12 años, por lo que no teníamos referencias más que lo que veíamos por la tele.

La verdad es que con las posibilidades que teníamos en ese momento, nos preparamos de forma muy profesional y cuando nos tocó jugar nos dimos cuenta de que no pasaba nada, de que bien trabajados se les podía jugar de igual a igual. Creo que esa fue la enseñanza que nos dejó.

–A partir de la Copa del Mundo del 2015 cambia tu rol en la selección y tomás la posta de capitán que dejó Santiago Vilaseca, y también cambian Los Teros con la llegada de Esteban Meneses. ¿Cómo viviste ese cambio?

– El Mono llegó en un momento justo. Creo que si bien Pablo Lemoine nos convenció de una cosa para el 2015 y armó un grupo que se convenció de que podía ir a un Mundial, la llegada de Meneses le dio un salto de calidad a Los Teros en cuanto al juego, a la ambición, y esa idea la verdad es que la compramos todos. Al principio nos costó y el 2016 fue duro.

Si bien sabíamos que ese era el camino y que nos iba a costar, recuerdo que cuando caímos con Alemania en la gira de noviembre terminamos sin jugar a lo que queríamos y hasta perdiendo nuestras fortalezas, como las formaciones fijas o la defensa dura. Pero una vez que ese cambio prendió en el 2017 ya no paramos más y fue todo crecimiento. Entendimos que cuando vos atacás y proponés se te abren muchísimas más opciones que cuando vas simplemente a un partido analizando al rival para ir a defender, a neutralizar al rival y así capaz que se te da la victoria. Comenzamos a notar lo que es realmente generarle dudas al equipo que tenés en frente, atacándolo y variándole el abanico de opciones constantemente. Empezamos a incorporar cartas que después supimos utilizar bien y eso nos hizo dar un salto enorme. Creo que esto es válido para todos los deportes, es más fácil salir a limitar al contrario que exponerte a atacar y ser protagonista, pero a la larga creo que conseguís mejores resultados de esa manera.

–Después de esos años de evolución llega un momento clave que es la Eliminatoria con Canadá, donde el equipo ve coronado todo el trabajo en una serie fantástica.

–Era uno de los objetivos que nos habíamos puesto y salió a la perfección ¡Y de qué manera!

Marcamos 38 puntos allá en Vancouver siendo protagonistas contra un rival al que nunca le habíamos ganado afuera de Uruguay. Después se concretó en el Charrúa, pero hicimos tries de todos los colores y vuelvo a hacer referencia al Mono y su staff, y al hecho de que ese cambio de paradigma llegó en el momento justo.

–Vos antes de Japón 2019 anticipaste que Uruguay iba con el objetivo de shockear al mundo ¿Había un convencimiento real de que Los Teros tenían posibilidades de lograr lo que lograron?

–Totalmente. Porque estoy convencido, y se me pone la piel de gallina cuando lo hablo, de que el caso de Uruguay en cuanto a la preparación de una Copa del Mundo es un caso de estudio. Nosotros clasificamos contra Canadá un año y medio antes y cuando estudiamos el fixture sabíamos que Fidji, tres días antes de jugar contra nosotros, enfrentaba a Australia y que ahí teníamos una oportunidad.

Terminamos dividiendo el Mundial en dos: por una parte los partidos en los que teníamos posibilidades de ir a buscar la victoria, contra Fidji y Georgia, y por otra parte los encuentros ante Australia y Gales, donde buscábamos obtener el mejor resultado posible.

Un año antes nos medimos contra Fidji y el resultado fue durísimo, un baldazo de agua fría. Uruguay venía bien, ganando Nations Cup, y nos dan la chance de medirnos un año antes de la Copa del Mundo contra un Tier 1. Pero lo cierto es que más allá de la derrota por más de 60 puntos de diferencia, terminamos aprendiendo mucho más nosotros que ellos de ese partido. Hoy te digo que aquel partido fue clave para lo que pasó después. Yo estaba muerto, y Meneses me dijo: “Vas a ver que el día de mañana esto va a ser un golpe fundamental”, y lo fue.

Metiéndonos en el Mundial de Japón ¿Qué significa ser Capitán de Uruguay en una Copa del Mundo?

Es un orgullo tremendo. No sé cómo explicarlo en palabras pero lo cierto es que lo viví con una mezcla de orgullo y disfrute por un lado, y nervios, responsabilidad, ansiedad, miedo de ser un desastre por el otro.

Yo me considero una persona muy responsable, sentí que todo ese orgullo que tenía al mismo tiempo lo transformaba en una responsabilidad. Esos objetivos altos que nos habíamos planteado se convertían en una mochila, pero siempre remarco que si bien yo era la figura ante el juez y ante el público por ser el capitán, en todo momento tuve a mi lado a un grupo de líderes de 6, 7 jugadores que todo el día nos estábamos reuniendo, hablando, viendo las necesidades del equipo, pensando los próximos pasos, corrigiendo errores. Eso fue clave para mí.

–¿Recordás la charla en el vestuario previa al partido con Fidji en Kamaishi?

–Sí, me acuerdo de todo. Tengo un block de notas en el que siempre anoto todo lo que quiero decir y justo hace poco lo estuve repasando. En esa charla me pasó algo en particular; Ese día del debut en la Copa del Mundo ya tenía bien claro lo que iba a decir, pero nosotros en la selección tenemos un psicólogo deportivo que se llama Juan José Grande, y antes del momento de la entrega de camisetas me preguntó qué iba a decir, cosa que nunca antes había hecho.

Le conté que iba a hacer hincapié en que ellos habían hecho 12 cambios, de que nos estaban faltando el respeto, que no nos conocían y que teníamos una oportunidad única. Me miró y me dijo: “Me encanta, pero lo dejaría para el entretiempo”, porque Fidji es tan impredecible que si yo les decía eso y arrancábamos perdiendo dos tries abajo, ese mensaje se nos iba a volver una mochila.

Al final el mensaje estuvo dirigido al camino que habíamos recorrido para llegar hasta ahí, al sacrificio que habíamos hecho y a la oportunidad única de mostrar todo eso en la cancha. Curiosamente en el partido empezamos perdiendo y nos fuimos al descanso arriba, por muy poco. Ahí Juanjo me hizo una seña de que era el momento de apretar, y dirigí ese mensaje que tenía guardado desde el principio. Y ahí salimos como enfermos a liquidarlo.

–¿Qué te dejó el Mundial de Japón?

–Es una muy buena pregunta. A nivel personal lo que me dejó es el hecho de ponerte objetivos, romperte el lomo y conseguirlos. Me marcó en cuanto al poder de la mente, en cuanto a lo que puede lograr un grupo humano cuando trabajan todos con el mismo sacrificio y con un mismo fin. Me di cuenta de que se puede conseguir todo, y no hablo de objetivos reales, porque marcarnos en 2018 ganarle a Fidji en una Copa del Mundo no era lo lógico. La mayoría de las cosas son alcanzables si uno realmente se lo propone y trabaja incansablemente para lograrlo.

–Pasa el Mundial y no se te ve más en Los Teros porque no han vuelto a jugar, pero llega el Profesionalismo con las franquicias sudamericanas y Gaminara no se sube a ese tren ¿Por qué?

–Vuelvo del Mundial y sale todo lo de las franquicias, algo por lo que habíamos peleado muchos años. Era algo tremendo, pero la realidad es que mi proyección en el rugby tenía que empezar a bajar, porque en todo este recorrido que hemos estado repasando yo trabajaba en mi actividad particular. Creí que después de todo lo que había vivido era momento de volver al club, de enfocarme en el trabajo donde tanto me bancaron, de pensar en el después del rugby. Fue duro ver los partidos de Peñarol, que era la franquicia uruguaya, ver a mis amigos, a todos los chicos de Los Teros y yo sentado en el living de casa. Tuve una sensación muy extraña, pero no me arrepiento de nada.

–¿Te retiraste de Los Teros?

–Yo creo que de Uruguay un jugador no se retira. Si me precisan veré cómo puedo aportar. Sé perfectamente que no estar en el régimen profesional y tener el foco en mi trabajo me quita posibilidades de formar parte del seleccionado, pero nunca se sabe qué puede pasar, por lo que no voy a decir que se cortó mi vínculo con Uruguay.

–¿Cómo has vivido tu vuelta al club?

–Siempre estuve, siempre me mantuve vinculado, pero ahora volví a vivirlo desde adentro, disfrutando de la pretemporada y de cada día en el club. Veo a Old Boys muy bien, con muchos jugadores jóvenes con muchísimas ganas, con gente que está hace mucho tiempo, con mucha gente en el staff. Vivo a cinco minutos de distancia del club, vengo al gimnasio, juego en mi club, tengo un laburo que me gusta. Pienso en la vida que tengo hoy y soy un agradecido. En estas épocas de distanciamiento social es cuando valoramos lo que teníamos y que ojalá vuelva pronto, el hecho de venir, estar con tus amigos,  tomar unos mates y hablar de rugby, de venir a comer un asado. Estaba tan metido en el profesionalismo que no me daba cuenta de lo mucho que extrañaba todo esto, la vida del club.

–Siempre se habla de que el jugador de selección debe tratar de volcar sus experiencias y sus vivencias al club, para enriquecerlo. ¿Qué le puede aportar Juan Gaminara?

–Primero creo que todavía puedo aportarle como jugador, veremos cómo vuelvo después de todo este parate, pero creo que todavía puedo dar cosas desde ese lado, dentro de la cancha. Adicionalmente después a nivel de experiencia espero poder dar mucho.

–En los últimos años Old Boys estuvo muy cerca de coronarse Campeón. ¿Qué crees que le falta para conseguirlo?

–Creo que le falta dejar de hablar del tema de los resultados y realmente enfocarse en jugar un buen rugby, y que los resultados lleguen producto de eso. Cuando se invierte el orden hay tensión, genera dureza, dudas. Hay que focalizarse en el juego, hacer un buen rugby, y después que llegue lo otro █


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